domingo, 14 de octubre de 2007

Nani hace sus primeros pinitos como escritora.

AUTOPSIA

Era una mañana del 23 de Enero, hacía mucho frío y había nevado la noche anterior. Cuando me desperté las máquinas quitanieves estaban trabajando.

Había, por lo menos, un metro y medio de nieve, la cual taponaba la puerta del garaje y me tocó despejarla. Cuando lo conseguí pensé en la regañina del jefe, pero que voy hacer, no es culpa mía.

Efectivamente, cuando llegué, el jefe de personal me echó el puro. Intenté explicarme, pero no me hizo ningún caso, así que bajé la cabeza, le di la razón y me dirigí a la sala de autopsias.

Por cierto, soy forense en el Memorial Hospital de Seattle.

Mucha gente se horroriza cuando les digo en que trabajo, pero a mí, me encanta. Es todo un arte. Cuando tengo en la mesa al paciente, así los llamó yo pues al fin y al cabo eso son, pacientes, examinar a las personas, encontrar la razón de la muerte y probables indicios me excita, porque se que hago un buen trabajo y ayudo a los familiares a que duerman tranquilos.

Una vez puesta la bata entré en la sala. Allí estaba mi compañero Marc, le saludé pero como siempre asintió con la cabeza y no dijo nada. Es un tipo serio aunque a primera vista parece muy simpático, no digo que no lo sea fuera del trabajo pero dentro no acepta bromas. Tiene unos 45 años, es alto, calvete y bastante regordete, supongo que será por la cantidad de comida basura que come, a veces, mientras está con un paciente, se está zampando un hermoso y delicioso sándwich de pollo y la verdad no es un sitio muy idóneo para comer.

-Bueno, ¿nos ponemos manos a la obra Marc?-dije.

-Sí.

-¿Qué tal el fin de semana?

-Bien.

Comprobé que no le interesaba ni lo más mínimo charlar, así que me callé.

En la mesa teníamos a una joven de unos 20 años, morena, 1,60 de estatura y 50 kilos de peso. La habían encontrado muerta en el parque esa misma noche. Tenía contusiones en las rodillas y en las muñecas, y en las manos tenía rozaduras. Todo indicaba que había signos de violencia y era evidente que se había caído hacía delante. También examinamos si la habían violado pero no había ningún rastro.

Increíblemente Marc me dirigió unas palabras:

-¡mira esto! es muy extraño.

Pude observar que tenía en el cuello dos agujeros.

¡No puede ser!, dije en voz alta.

Es un mordisco. Son las marcas de dos colmillos.

Lo primero que se me ocurrió fue llamar a la policía y preguntarles si se había escapado algún animal del zoo, pero me comunicaron que no. Entonces les expliqué lo ocurrido y les pedí que investigaran sobre el tema. Les agradecí que en cuanto supieran algo me llamaran al hospital.

Estuve todo el día investigando sobre casos similares por la red, todos me llevaban al mismo sitio, historias fantásticas de hombres lobo y vampiros, intenté buscar una explicación en foros médicos, pero nadie me supo dar una razón.

Ya era la 1:00 de la madrugada y estaba cansado, volvía a llover y hacía mucho frío, la sala era aún más fría que el exterior.

De repente oí un golpe seco, como cuando se cierra una puerta, que provenía de la sala contigua donde estaba el cadáver. Exaltado me levante y me dirigí a la sala, abrí la puerta y le di al interruptor de la luz, pero no funcionaba. Sentí una sensación no muy grata. De nuevo escuche un ruido, esta vez de utensilios médicos cayendo. Se me erizó el vello, tragué saliva, me arme de valor y entré. Estaba muy oscuro pues apenas había luz, tan sólo un pequeño alumbramiento de la sala donde me encontraba anteriormente. Di dos pasos y vi una sombra pasar rápidamente por delante de mí, no sabía que hacer, debería ir a buscar ayuda.

Es posible que hubiera un intruso intentando robar medicinas, un drogadicto quizás, pero me acerqué al botiquín y descubrí que estaba intacto. Tropecé con la mesa donde se encontraba la chica de los agujeros, así la llamaba, pero……., ¡no estaba!, alguien se la había llevado.

Tenía que avisar rápidamente a la policía y denunciarlo, anda suelto un ladrón de cadáveres. El otro día oí en las noticias que había un hombre que se comía a sus víctimas. Es posible que fuera el mismo así que me apresuré en llamar a la policía.

Volví a entrar en la sala para ver sí había dejado alguna pista.

Cada vez hacía más frío y se me volvió a erizar el vello, tenía un nudo en el estómago pero no creo que fuera por la cena, uno de esos deliciosos sándwich de Marc, no me gustaba nada esta situación. De pronto noté como si alguien me estuviera respirando en la nuca, una respiración muy lenta y con un toque de ronroneo. No me atrevía a girarme, pero armándome de valor, cogí de la mesa que tenía al lado un escalpelo y me volví. Por un momento se me paró el corazón y no podía respirar. Lo primero que vi, fueron dos enormes ojos completamente amarillos que me estaban mirando. Era la chica de la mesa. Cuando reaccioné y comencé de nuevo a respirar, esa persona, cosa o que se yo se abalanzó sobre mí. Le clavé el escalpelo en el cuello y emitió un sonido horrible y estridente pero conseguí quitármela de encima y salí corriendo.

Todo esto ocurrió en cuestión de segundos. Cuando salí de la sala oí como se rompía la ventana donde había ocurrido todo. Supongo que había escapado.

En ese instante apareció la policía y se lo expliqué todo con pelos y señales.

Entramos y ¡encendieron la luz!. Todos nos quedamos sorprendidos, el que más yo. Todo estaba en perfecto estado. El cadáver de la chica estaba intacto en la mesa donde la encontré por la mañana, los utensilios en su sitio y la ventana no estaba rota. Me acerqué al cadáver y no tenía los dos agujeros, no podía entenderlo.

Los policías me volvieron a preguntar que estaba pasando, que si era una broma. Les dije que todo era verdad, todo había ocurrido y que no me estaba inventando nada.

Me esposaron y me llevaron a la comisaría. Estuve el resto de la noche en el calabozo y a la mañana siguiente en el hospital. Me abrieron un expediente, me dieron la baja y me pusieron en tratamiento psicológico.

Desde ese día, todas las noches, la chica aparece en la ventana de mi apartamento….

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